Viajar para ver un concierto es una experiencia casi mágica. Para que suceda de forma satisfactoria, el nivel de especialización de un territorio debe ser altísimo. Desde toda la cadena de valor de la música, esto es, todas las profesionales que se encargan de poner en marcha la experiencia hasta la administración pública que gestiona el espacio y los servicios públicos, pasando por la hotelería, la restauración o el transporte, deben estar ensamblados casi a la perfección. Si esto sucede, la turista musical volverá a casa teniendo la sensación de haber sido partícipe de un momento único e irrepetible. Y ese momento siempre estará conectado al territorio en el que lo vivió. Porque la música es un lenguaje universal que conecta a personas de diferentes culturas y orígenes y la música en directo, el momento álgido de esa conexión.
El turismo musical, por tanto, es una de las experiencias turísticas que más unen a las personas, es catalizador de la creatividad de un territorio y favorece la diversidad de encuentros, intercambios y relaciones entre residentes y visitantes. También puede ser tractor de más industria musical y de profesionales de la música. Las opciones son casi infinitas.
En los últimos años han surgido numerosos territorios y, sobre todo, ciudades, las famosas music cities, que han sido capaces de diversificar su oferta y especializarse en ofrecer experiencias turístico-musicales. Ahora bien, no es lo mismo alojar eventos y festivales, y que ese sea tu reclamo turístico como territorio o ciudad, que partir de una estrategia de posicionamiento desde la base, desde la escena musical local, desde aquello que te hace ser único, generando desarrollo local y opciones de futuro para las profesionales que quieren dedicarse a la música aquí, desde aquí.
Sin duda el País Valencià, con la ciudad de València como punta de lanza, está en el momento idóneo para decidir cómo quiere posicionarse.
Yo lo tengo claro: somos tierra de músicas, pero debemos conectarnos a otros territorios musicales, generar espacios especializados para la práctica musical y, sobre todo, las oportunidades profesionales necesarias para que podamos vivir de la música aquí. Esto pasa por creernos que podemos, desde la diversidad y la cultura propias, pero también por una estrategia participada por todas las agentes, desde lo público. Es nuestro momento.